Se cumplen siete años de la insurrección civil en Nicaragua contra el régimen de Daniel Ortega que decantó en el exilio forzado de, al menos, 600.000 nicaragüenses.
El 18 de abril del 2018, en Nicaragua se desataron las protestas contra el Gobierno de Daniel Ortega. El movimiento estudiantil fue el bastión de aquella rebelión y el régimen le respondió de forma cruel e implacable. Hubo asesinatos, arrestos y expatriaciones.
Manifestar en la insurrección civil en Nicaragua le cambió la vida para siempre
Contacto Sur, un informativo internacional que transmite Radio Fe y Alegría Noticias en Venezuela, difundió la historia de Katerin Ramírez, quien para ese entonces tenía 18 años de edad. Estudiaba el segundo año de Ciencias Políticas y Asuntos Internacionales en la Universidad Nacional de Nicaragua (UNAN).
La joven nunca imaginó que manifestar le cambiaría la vida para siempre.
“Yo creo que los más jóvenes no nos esperábamos esto. Yo no pensé en ese momento que iba a llegar a esos niveles de represión por parte del Estado, porque no solamente hablamos de la represión de las protestas en el 2018, hablamos de la represión sostenida por siete años”, expresó.
Ortega y Murillo expulsaron, de manera oficial a al menos 50 estudiantes universitarios, según un informe de expertos de la ONU. Katerin tampoco pudo volver a las aulas de clases.
“En la primera ocasión que yo estaba en una universidad pública, a mí no me notifican que yo no puedo volver a la universidad, pero no me dejan entrar más. Luego fue un proceso complejo porque yo tampoco podía vivir más en mi casa, es decir, había persecución en mi contra, al igual que en contra de varias personas jóvenes. Yo no podía entrar más a la universidad, porque ir la universidad era ir a que me capturaran”, dijo.
Huir de Nicaragua con unos libros y un gato como equipaje
Katerin Ramírez decidió dejar Nicaragua en el 2022, cuatro años después del estallido social. Había cumplido 24 años cuando gestionó su desplazamiento al país vecino del sur. Cruzó la frontera de forma clandestina y su principal equipaje eran su libro y su gato.
“Yo no tenía muchas opciones: elegir la cárcel o el exilio porque ya en los últimos seis meses me había mudado dos veces de casa y me había movido temporalmente como unas tres veces. Ya sabían dónde era mi casa, ya habían hecho un operativo en una de las casas antes de que me mudara y ya no tenía opción”, relató.
El ensañamiento con la educación se tradujo en el cierre de más de treinta universidades en Nicaragua y con ello, más de 35.000 estudiantes se vieron afectados.
Katerin volvió a la universidad, pero en Costa Rica
Katerin retomó su carrera de Relaciones Internaciones en Costa Rica. Ahora trabaja como activista de derechos humanos y pronto defenderá su tesis.
Sin embargo, hay quienes no corrieron con su misma suerte y su sueño profesional se apagó para siempre. Para estudiantes como Katerin, abril está grabado en su memoria.
“Abril es como recordar muchos procesos en mi vida y creo que en definitiva, aunque uno no quiera recordar, siempre el cuerpo está ahí recordando lo que pasó y que no es fácil olvidarlo”, refirió.
En Nicaragua, mientras tanto, reina el silencio y la impunidad.
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