Hace más de una década, la pasión por la música llevó a Amílcar Medina a descubrir el grupo casiciaco Juventudes Agustino-Recoletas (JAR). Desde entonces, este movimiento eclesial juvenil católico, promovido por la Orden de Agustinos Recoletos y con presencia en Venezuela y otros países, se convirtió en el camino que lo acercó a Dios.
A través de esta comunidad, cuyo objetivo es “la vivencia y difusión del carisma agustiniano entre los jóvenes”, descubrió que seguir un camino diferente al de la mayoría es posible y gratificante.
En una conversación sostenida este miércoles 12 de febrero, en el programa De Primera Mano de Radio Fe y Alegría Noticias, Medina compartió cómo su trayectoria en JAR le permitió crecer como persona.
“He pasado por las coordinaciones nacionales, he coordinado mi centro y he apoyado la pastoral juvenil. A mí lo que me mueve dentro de estos espacios es la gratificación de ver un joven diferente (…), pero también aportar a la sociedad”, expresó en el marco del Día de la Juventud.
Actualmente, Amilcar ha recorrido casi todo el itinerario de Juventudes Agustino-Recoletas y se encuentra próximo a dar el paso hacia la fraternidad y centrarse en acompañar a otros jóvenes.
El desafío de elegir un camino distinto
Desde su experiencia, el grupo JAR le mostró que cualquier persona tiene la oportunidad de elegir un rumbo distinto, acercarse a Dios y descubrir que la iglesia también puede ser divertida y no solo para rezar.
Sin embargo, reconoce que mantenerse firme en servicio no es fácil, pues requiere mucho compromiso y fuerza de voluntad porque a veces se deben dejar de lado cuestiones personales y familiares para irse a misionar.
“Muchas veces las personas dicen: ‘¿Qué vas a hacer a la iglesia el fin de semana? Mejor vamos a la playa o a una fiesta’”, relató.
Comentó además que, mientras muchos de sus compañeros de la universidad adelantaban materias en verano, él prefería dedicar su tiempo a servir en la iglesia o asistir a retiros espirituales.
“Obviamente, graduarme era mi principal objetivo en ese momento, pero yo decía: ‘esto no lo puedo lograr sin que Dios esté ahí, sin que Dios me dé esa motivación’”, recordó.
JAR cambió su vida y la de su familia
Con el tiempo, aprendió a equilibrar sus responsabilidades y su fe, encontrando en Dios el impulso para seguir adelante.
Ahora, con 32 años, Amilcar mira atrás sin arrepentimientos, porque aunque la sociedad siempre lo empuja a hacer lo que la mayoría hace, hoy se siente en paz y motivó a su familia a acercarse a Dios.
“Ahora van a la iglesia los domingos, me acompañan a retiros y se han integrado en grupos parroquiales”, agregó.
Un espacio para descubrir la identidad
Para él, la misión de JAR también es un espacio donde los jóvenes pueden encontrar su identidad y propósito en un mundo lleno de incertidumbre.
“Lo que comparten la mayoría de los jóvenes venezolanos es que no saben si realmente lo que están estudiando o haciendo les dará frutos en el futuro (…) Lo que hacemos dentro de los grupos es darle la certeza de que algo viene y algo van a tener, que pongan las cosas en las manos de Dios, hay que dejarse acompañar”, explicó.
En su mensaje para la juventud en su día destacó que “si quieren resultados diferentes, entonces no sigan al montón”
“No podemos ir por la vida culpando a los demás por lo que nos sucede. Nosotros somos responsables de nuestras propias decisiones”, añadió.
Asimismo, los instó a que sean fieles a Dios, ya que “él siempre tiene las respuestas, aunque no sean en el momento o de la manera que esperamos. Dios nunca abandona”.
Finalmente, Medina cerró con una reflexión: “Ser diferente no es raro; ser diferente es querer un país distinto. Pero no lo lograremos si no empezamos por lo más pequeño, que puede ser desde la oración”.
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