Acabemos con tanto sufrimiento

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Antonio Pérez Esclarín

No entiendo cómo los que nos gobiernan siguen aferrados a un poder que no han sabido ejercer, que ha convertido al país más próspero de Latinoamérica en el más miserable, y que ha ocasionado incontables sufrimientos innecesarios a la inmensa mayoría del país, especialmente a los más pobres y vulnerables a los que supuestamente iban a dignificar. Y entiendo todavía menos cómo puede haber personas honradas y de buena voluntad, que siguen apoyando este  desgobierno a pesar de que sufren las carencias generalizadas. ¿Habrá alguien que afirme con objetividad que Venezuela está hoy mejor que hace veinte años? Cuando dicen que hay que defender la revolución a cualquier precio, ¿a qué revolución se refieren? ¿Cuáles son los logros de esa revolución, a no ser el que una cuerda de pillos se ha llenado los bolsillos? ¿Pueden señalar una sola cosa que funcione?

La supuesta Revolución Bonita ha dejado al país tan feo y destruido, que millones huyen de él como de una peste. Venezuela está saqueada, destrozada. Las políticas de inclusión resultaron mecanismos eficaces para excluir a  los que no se doblegan. La retórica anticorrupción  sirvió  para alimentar las conductas inmorales y convertirnos en uno de los países más corruptos del mundo. La Revolución del Amor sembró la división y el odio y  nos convirtió en un país polarizado  e inseguro, donde impera el odio, la violencia, la inseguridad, la impunidad. De lo único que no hay inflación en Venezuela es del valor de la vida  que cada día vale menos. La propuesta  del hombre nuevo multiplicó los pranes, los torturadores, los matraqueros, los narcotraficantes, los delincuentes, los especuladores, los colectivos y grupos guerrilleros y paramilitares. 

Las expropiaciones en pro de la productividad y la soberanía alimentaria nos trajeron colas, escasez, desabastecimiento y hambre. ¿Dónde está la producción de las  empresas estatizadas y de los  fundos zamoranos? ¿Cuántos huevos se recogen cada día de los gallineros verticales? ¿Cuándo fue la última vez que se comió usted una arepa subvencionada en una arepera socialista? ¿Los huertos hidropónicos han llenado los mercados de verduras y  han obligado a bajar sus precios? ¿Ya visitó Canaima o Los Roques en el camastrón? ¿Cuándo fue la última vez que recibió una bolsa clap y qué contenía? ¿No es una verdadera ofensa a Bolívar mantener el nombre a una  moneda que no vale nada y todo el mundo  desprecia?

La PDVSA del pueblo terminó como  una empresa  quebrada e improductiva.  ¿De qué nos sirve alardear de que somos el país con las mayores reservas petroleras si no podemos llenar el tanque de gasolina de nuestros carros? ¿Quién se beneficia del mercado negro de la gasolina?

¡Basta ya de promesas e intentos  de curar el cáncer del país con aspirinas y curitas que sólo agudizan la enfermedad! ¡La situación es insostenible, no aguantamos tanto dolor  y queremos soluciones ya! Si el capitán del barco, insensible a la tragedia  de las mayorías porque a él no le tocan los problemas que sufrimos los demás, sigue aferrado al timón y no quiere reconocer –o no le importa-, que está llevando al país a un despeñadero, debemos unirnos para cambiarlo. El poder  es nuestro, no de los que nos gobiernan y queremos ejercerlo. Por ello, todos a la calle el 12 de diciembre a manifestar que somos una inmensa mayoría los que no aceptamos  este desgobierno. La consulta  debe ser un paso importante para lograr pronto unas elecciones presidenciales justas y   transparentes.