Las nuevas carabelas warao a 532 años de Colón

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Foto: Cortesía.

La crisis del combustible y los elevados costos de lanchas y motores, introdujo cambios en la arquitectura naval del pueblo warao, reeditando el cabotaje a vela.

“Reducen hasta en un tercio la duración de los viajes, con el viento a favor. Te voy a poner un ejemplo, si desde Nabasanuka, tardan seis días remando en llegar a Tucupita, con la incorporación del velamen náutico, puede tomarle cuatro días, además de tener la posibilidad de descansar un poco más”, manifestó el Dr. Jesús Jiménez, exdirector fundador del Instituto Regional de Atención al Indígena (IRIDA).

El galeno comentó que se trata de una práctica tradicional, hace mucho olvidada. “Mis hermanos warao llegaron a viajar a Trinidad, atravesando mar abierto 100 años atrás, usando las velas”.

Cada vez es más común observarlas a lo largo de un extenso recorrido que, en el caso antes mencionado, Tucupita-Nabasanuka, comprende más de 100 kilómetros ininterrumpidos, con una decena de comunidades a ambas orillas del trayecto, hasta la desembocadura al mar.

“Lo mismo ocurre en cualquiera de las rutas, el warao redescubrió una herramienta que, a falta de recursos para adquirir lanchas y motores, se ajusta perfectamente a la tradicional curiara”, señaló Jiménez.

Cabe destacar que Delta Amacuro, cuenta con 3.600 caños o arterias fluviales de mayor o menor tamaño, con 60 de ellos, a la manera de troncales principales, claramente navegables y 41 pasos de rio, cuyo destino final es el Océano Atlántico.

Es menester señalar que el mencionado velamen, como puede observarse a simple vista, está constituido por diversos retazos de plástico, empalmados unos con otros, simulando un mosaico de colores. “La lona a la venta en ferreterías es muy costosa, así que se valen de lo que van consiguiendo”, dijo Jiménez.

La tecnología, si es que así puede llamársele, exige de cierta pericia en la instalación del mástil en el piso, asegurándolo adecuadamente, y en la disposición de las velas para evitar la zozobra, ya que, en proporción, la extensión de estas últimas es muy superior al tamaño de la curiara.

La resiliencia del pueblo warao, no conoce límites, mucho nos falta por aprender de ellos.

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