Zoila Martínez, líder global de gestión de biodiversidad de la ONG Vitalis Iberoamérica, advirtió que se puede estar registrando en algunas zonas de Venezuela una desertificación, como se le conoce al proceso de degradación del suelo que lo vuelve improductivo.

Martínez recordó que en el caso del sur del país, donde estaban los indígenas venezolanos, se basaba la agricultura en la rotación de conucos, lo cual permitía la regeneración natural del suelo.

“Tomaban un pedazo de tierra donde cultivaban sus alimentos, más que todo yuca y maíz, y una vez que cosechaban iban después a otro pedazo de tierra. Así se regeneraron en la tierra nutrientes nuevamente, que no sabemos de alguna manera sí lo sabían o no nuestros indígenas venezolanos”, explicó Martínez en entrevista para Háblame Bajito de Radio Fe y Alegría Noticias.

Martinez explicó que ahora hay sedentarismo y el monocultivo ha agotado los nutrientes, haciendo más vulnerables nuestros suelos.

Los datos más recientes publicados por el Ministerio del Ambiente revelan que hay zonas boscosas de los estados Lara y Falcón que han empezado un proceso de degradación de suelos y están quedando totalmente desprovistos de vegetación.

En esa misma línea, Carlos Contreras, ingeniero forestal y profesor de Ecología de la UCLA, exhortó a establecer una alianza nacional para implementar una estrategia de mitigación y neutralidad de la degradación de la tierra en Venezuela. “Hay áreas que no pueden seguir siendo ocupadas; tienen que ser restauradas y tiene que haber un Programa Nacional de Reforestación desde la cuenca alta, media y baja”, dijo en el programa De Primera Mano.

Un desequilibrio hídrico

Si bien Venezuela posee una gran cantidad de agua, la mayoría se encuentra en el sur del país, proveniente de los ríos Orinoco y Caura. Mientras tanto, la mayor parte de la población reside en el norte, donde los ríos son de menor caudal y están fuertemente sometidos a las épocas tanto de lluvias como de sequías.

“En épocas de lluvia crece ese cauce y permite por lo menos regar las partes de agricultura o en algunos casos dar alimentación y suministrar de agua a poblaciones”, comentó Martínez.

Por ello, es la falta de una infraestructura adecuada lo que impide transportar agua desde las zonas del sur a las del norte.

La bióloga recordó que en Caracas es una ciudad que recibe el suministro de agua que se produce en el Parque Nacional Guatopo, del estado Guárico: mediante construcciones de tuberías y embalses logran tener una cantidad de agua que va a través del sistema Tuy, hasta Caracas, surtiendo gran parte de la capital.

Puso como ejemplo que Guárico es precisamente un estado agrícola, donde “si no se toma en cuenta ese delicado equilibrio entre dar agua a Caracas y dar agua a la agricultura, que se produce en esta entidad, se puede llevar a una desertificación”.

Frente a una realidad donde se necesita agua para la siembra y para una importate ciudad, la bióloga Martínez sugiere que hay que hacer una buena gestión de las cuencas hidrográficas.

La minería al sur de Venezuela

Martínez también habló de la actividad minera que se desarrolla especialmente en el Arco Minero del Orinoco y que se ejerce de manera artesanal, acarreando como consecuencia la degradación del ambiente y consecuencias graves en la salud humana por la presencia de mercurio, un elemento altamente tóxico.

Martínez señaló que el río Caura, el cual alimenta a la Central Hidroeléctrica “Simón Bolívar”, el centro de generación de energía más grande del país y el segundo de América, tiene sus aguas contaminadas.

“Está mermando la vida de ese gran embalse porque se llena de sedimentos y las turbinas tienen que trabajar más y eso también incluye cuestiones de mantenimiento a esa turbinas”, explicó Martinez.

En cuanto al tema de salud, comentó que el mercurio provoca que en las mujeres embarazadas el feto no desarrolle una serie de sistemas circulatorios, que nazcan muertos o con defectos, lo que se convierte en una serie de implicaciones que van más allá de la pérdida de biodiversidad o suelos.

“Hay estudios de poblaciones indígenas, sobre todo pemones, que tienen una gran cantidad de mercurio en sus cuerpos”, comentó Martínez.

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